Recuerdo el día en que puse un espéculo en su mano y dije: "Miramé amor, esto soy yo, atravesá los agujeros negros y encontrá al universo entero adentro de mis bocas"
Las declaratorias amatorias provienen desde lo más profundo del cuerpo, desde la energía que incita el movimiento y nos erecta, nos palpita, nos acelera, nos derrite.
Sentí amor con la erección más grande que asaltó este cuerpo moribundo, y me derretí sobre su pelaje como una sopa de mar derramada en invierno.
Me congelo, recientemente me congelo y ya no me derrito. Me he quedado seca, condensada. La ausencia me quiebra los dientes y el olor a la carne lejana me mata el apetito del mundo.
Ya no hay presas en este vacío, solo quedan aullidos pasados resonando en mis oídos viejos, solo quedan instantes de recuerdos, en los que sus pupilas ya no son las cerezas del mundo.
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