Parece esta distancia eterna. La lubricación interna imposibiliza mi acercamiento a las realidades que construyo en cada esquina. Por eso me encierro, me corto la lengua, me vuelvo muda y también congelo mis manos. Espanto palabras, me trago los poemas y los defeco volviendo a atragantarme de ellos una y otra vez hasta que la materialización no puede rehusarse más a la hoja en blanco.
Engrandezco inflada de observaciones/percepciones/realidades/instantes que acumulan existencia en resistencia a la palabra. Pero volvemos a encontrarnos, como certeza de vida, como muerte y transformación la palabra resurge como un nuevo nacimiento.
Intento obviar las palabras como delimitantes de forma y subjetividad, y así, he encontrado en el silencio la inmensidad de posibilidades infinitas que trascienden a la misma.
Solo a veces/todo el tiempo anhelo tanto lo amorfo, descolocarme de esta posición de observadora "imparcial" que acaricia la realidad con el filo de la mente, y retomar la fluidez del sentir, la espontaneidad del lenguaje del cuerpo que dialoga de maneras diversas y abstractas
Una nueva concepción vendrá antes de la comprensión de la misma, concebirse en lo primario para luego comprenderse en la globalidad.
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