En soledad, floto encima de la cama. Y el colchón se vuelve mar cada que me envuelve tu pensamiento
En mi tu imagen poderosa, tus ojos espirales rotas que
transportan esperanza de algo más que círculos.
Pienso: en tu sonrisa de luna creciente. En el placer que se desborda del vientre de
tu boca cuando rompemos el silencio del olvido y volvemos al reencuentro.
Hipnotizada transgredo la distancia y mi mano comienza a
buscarte en mis adentros, en las fantasías de mis sueños que saborean tu carne
paraíso.
Imagino las estrellas del firmamento, las margaritas
enredadas en tu pelo, el viento, la luna gimiendo, los animales rugiendo, las
semillas pariendo, las flores creciendo y vos, serpenteando en la humedad de la
noche rumbo al alba.
Yo conejo, despierto, movido por la semilla que florecerá
mañana en el ombligo. Y te siento, desde mi madriguera te siento, sumergida en
este pensamiento vagabundo que precisa de palabra.
Alucino el olfatear entre tu
pelo, cerrar los ojos y ser animal, ser tierra, ser mar, bestia y también
paraíso. Quiero morder tus nalgas como nubes de cielo, chupar tus huesos y caer
profunda en la caracola que flota encima del océano.
La imaginación me lleva al fuego que calienta tu madrugada,
y me dan ganas de calcinar cada partícula viva de tu cuerpo y así morir juntas
en el infierno del orgasmo eterno y encontrar por fin a la primavera en tu mirada
lejana, desorbitada aún, en el reino de los placeres.
Desabrocha mis entrañas con
tus manos en mi torso moribundo y conecta nuestras palpitaciones construyendo
puentes con nuestros átomos fusionados.
Perdido es mí ser, como un
tesoro en las profundidades submarinas. Y regreso al cuerpo, con gotas de sal
que reflejan tu rostro sobre mi piel palpitante a reencarnación divina.
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