lunes, 7 de enero de 2013

Asaltando instantes cotidianos


Me gusta recibir miradas primerizas. Caminar por los locales y sentir pupilas que se derriten en mi piel de porcelana, color de nieve.  En mi rostro angelical y mis ojos transparentes.

La incomodidad que me invade, me hace querer lanzar bombas escondidas entre mis pechos.  Mi cuerpo ansioso se excita y mis brazos se extienden movidos por mi vulva que se cierra emocionada al levantar mis alas y asaltar la estética configurada, con mis pelajes púbicos, enredaderas frondosas que adornan mi templo libre. 

Las criaturas asustadas miran disimuladas e impresionadas, asqueadas, con sentimientos encontrados que atentan de alguna manera; como la estrella fugaz más grotesca del universo atenta contra la belleza del firmamento por elección.

Por eso me gusta invadir sus ojos y puyar sus parpados… para hacerlos despertar a la belleza inigualable que posee el universo, a la farsa detrás de los estándares irreales de humanidad modificada creados únicamente para consumir y consumir y consumir y luego explotar y modificadxs sin cerebro ni conciencia divagar como parásitos inconformes en el ambiente.  

De vuelta a la madriguera me miro reflejada en los cristales y en los espejos. Y me quedo estacionada, observando mi cuerpo, el pelo que crece natural y me devuelve al animal que soy en origen. Me siento fuerte, como siendo alimentada por mi propia carne y mi propia leche. En soledad, alimento mi energía para salir a la jungla y atentar como animal terrorista que revienta venas y salpica el paisaje.

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