De todas las revoluciones que prefiero -relevo y conmuta de la palabra- enternezco sobre las que emergen de este
vasto espectro designado, las que huyen para revolucionarse ellas mismas, las
que renuncian al lenguaje y buscan la contradicción en sus propios nombres.
De las revoluciones que deseo, las que escarben el ojo
propio y colectivo, las que hurguen entre las heces de un pueblo roto y
encuentren diamantes entre el asco, la higiene, el ocio y la prisa. Las que desgoncen
la mirada. Las que persigan el oleaje desembocado entre saliva y vuvuzelas en
la plaza. Las que irrumpan el coito entre pensamiento-cuerpo, y gesten
verborreas carnales que asalten la hegemonía humana, en esta multiplicación de
especies.
De todas las revoluciones que aleteo, las que transiten por
lo carnoso del túnel y me lleven a la serenidad de un desagüe cálido, las que
abracen los cuerpos sin punzar los ombligos. Las que migren de la penumbra de
la palabra y luchen desafiando el sitio.
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