No podía dejar de pensar, daba vueltas en la cama mientras
caían mares de agua sobre el techo. El techo era de cemento, no entraba ni una
sola gota -él- pensaba en todos los otros seres que estaban allá afuera, siendo
arrasados por tan turbulentas aguas pesadas. Pensó en los más indefensos; indigentes, perros, gatos, niños, todos se venían a su mente y él se rehusaba a
envolverse en los cantos de la lluvia. Pensó en hacer un ritual, pensó en salir
y clavar un cuchillo en la tierra, pensó en dar tres soplidos al cielo y
ahuyentar las aguas. Pero las aguas fueron más fuertes, y lo llevaron consigo,
a ahogarse en la reposadera de su garganta antes de poder gritar.
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