sábado, 15 de septiembre de 2012

Atardeciendo

Te espere toda la tarde, sentada en la ventana con las piernas abiertas, creí que si veías al sol entre mis piernas, a un par de cuadras de distancia, vendrías sedienta por querer atardecerlo entre tus labios. Así paso una hora y dos más tarde y tres después, comienzo a acostumbrarme a que vos sos la persona mas lenta y que ni porque tenga una bomba en el ombligo vendrías sin demorar. Continua la espera, prefiero cerrar las piernas pues el airecito amenaza con ganarte la batalla y yo quiero estallar encima de vos como si no lo hubiera hecho nunca. Me pierdo entre nubes, montañas y edificios, desde este décimo piso la vida se mira diferente. De pronto aparece tu delgada silueta jugando con la sombra que rebota sobre la calle, yo me pongo tensa, aprieto un poco más y se me sale una gota. Espero sentada hasta que suena el timbre, corro hacia la puerta, abro y salto directo a tu boca, te beso lento porque tengo una eternidad sin hacerlo y quiero sentir como tu lengua se introduce en mi boca, me gusta sentir tu plenitud, que estas desbordándote a tus anchas dentro de mi.

Caminamos por la sala, no puedo quitar mis manos de tu cuello, de tus hombros, de tu pecho, nos olfateamos como dos fieras enternecidas por el olor a carne sangrienta y jugosa. Te siento sobre la silla, frente a la ventana, me poso encima de vos, una pierna de cada lado, estas atrapada en mi telaraña por hoy. Huelo tu cara, me encanta hacerlo, cerca de las orejas oles tan rico que me derrito y vos lo sentís. Sonreís tierna, agarras mi cintura, me miras con esos ojos verdes que saben que soy tuya, te acercas a mi boca y nuestro remolino explota, somos el universo, el océano en nuestras bocas, rebotan las cuevas en nuestras caderas al ritmo del corazón. La tela se desvanece, cae fuera de nuestra piel, entonces nos encontramos vos y yo, como siempre, reflejadas en el espejo de la carne, te acaricio al borde de tu singularidad y me derramo, espesa cae la gota sobre tu pierna como cuando se siembra una flor. Vos sos el desierto, desde que te fuiste ya no existen las flores y arden sobre tu piel las gotas de primavera.

No voy a desconcentrarme, la tormenta quedo en el pasado y las sirenas chapotean sus colas en nuestras lenguas incitándonos a bajar. En mis algas te envuelvo y las tuyas renacen dentro de mí, agarras mis nalgas con fuerza, haciéndome bajar, haciéndome abrir, te sentís dentro de mi y te volves loca, yo me prendo de tu oreja, se estrellan nuestros pezones y sacamos chispas de placer, tu boca comienza a buscarme, a encontrar dentro de mi a la vieja madre que se pudrió en otras vidas, mamas de mis tetas como queriendo ahogarte, yo me erizo y grito al sentirme en el borde de tu garganta, en el precipicio de tu inmensidad. Te detengo, pongo brazos de distancia y sonrío como quien ya conoce el paraíso sin necesidad de esperar a la muerte.

Me meneo al vaivén de las olas que hierven mis óvulos y comienzo a subir a bajar, dejando al aire colarse entre tu clítoris y mi vagina. Vos saltas como un delfín que agoniza para entrar a la cueva más bella del mundo, yo te rescato, sostengo tu torso entre mis brazos, juntos nuestros corazones, el tambor rebota tras nuestra piel. Revolotean mariposas, se abren las rosas, el rocío comienza a descender. Me recuesto en tus pechos, pequeños luceros que algún día fueron estrellas y me abro mas y mas y mas, vos me posees con tus manos incrustadas en mis caderas, me moves una y otra vez sin parar como si cavaras un túnel despacio dentro de mi.

El sol comienza atardecer y vos me volteas bruscamente hacia la ventana, yo me agacho intentando alinear al sol entre mis labios para vos, entonces me nalgueas, me tocas, me agarras fuerte de las caderas y me dejas caer encima de vos, como el tallo en la rosa entras dentro de mi, sintiéndonos inmensas una en la otra, me prometes al oído mas que la media noche, yo me derrito sobre vos mientras siento tu fuerza, tu clítoris palpita dentro de mi, el mío responde con un grito que revienta las ventanas y me hace volar, me eleva hasta donde el cielo finaliza y no existe mas, me dejas caer una y otra vez hasta que nuestros corazones se paralizan en medio del océano que se desbordo en la silla, en la ventana, en el piso, en el corazón… en nuestra existencia.

1 comentarios:

  1. Tenía mucho tiempo de no leer algo que me conectara, que me transmitiera esa pasión con la que fue escrito, felicidades este texto está hermoso, está lleno de poesía.
    Y si no te molesta, voy a seguir leyendo más publicaciones.

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