“El sexo es la inocencia misma"
Numa Dávila / Exploradora
Corpóreo-audiovisual
“—No,
yo no me arrepiento de nada. Cada vez me convenzo más de que el sexo es la
inocencia misma. —¿Te puedo pedir algo... muy en serio? —...
—Que no hablemos... de nada, que no discutamos nada, hoy. Es
por hoy sólo que te lo pido.
—Como quieras. —... ¿No me preguntás
por qué? —¿Por qué?
—Porque me siento... que estoy...
bien, estoy... muy... bien, y no quiero que nada me quite esa sensación”
[Fragmento] El beso de la mujer araña, Manuel Puig.
Vivimos este mundo siendo
receptores/transmisores de información, somos un resultado de conceptos
construidos, de dinámicas relacionales establecidas, de “instintos”
internalizados en nombre de nuestra naturaleza, que, responden a favor de un
sistema económico de producción masiva, en el que nuestra sexualidad representa
un valor y sostiene las reguladas estructuras en las que se nos permite “ser”.
Entonces ¿cómo obviar que vivimos una sexualidad regulada a través los
estímulos visuales condicionados por la violencia, el machismo, el régimen
heterosexual, las relaciones de poder, el dolor, la dominación, el sometimiento
y demás características de los roles que se nos permiten jugar?
Si bien sabemos, el sexo y la
sexualidad en un sistema hetero-capitalista están limitados a fines
estrictamente reproductivos, y tanto nuestras prácticas como nuestros deseos y
placeres se ven configurados por estructuras que estrechan nuestras
experiencias y nos expropian de nuestros poderes y posibilidades de ser.
Si partimos desde la sensación de
bienestar corpo-espiritual que nos proporciona gozar de un orgasmo y de todo el
descontrol que sucede en nuestro organismo durante él, posiblemente no
pasaremos de contemplar y quizá nunca lleguemos a preguntarnos ¿cuáles son los estímulos e imaginarios
sexuales que nos encaminan a la plenitud del clímax y qué hay detrás de ellos?...
No podemos obviar que viviendo bajo
las reglas de un sistema binario, incluso el sexo se vuelve un juego de
poderes, que limita el placer específicamente a la genitalidad, y que además,
responde a dinámicas ya establecidas sobre cómo relacionarnos con nosotras/os/es
mismas/os/es y las/os/es demás. La creencia de que el sexo y la sexualización
tienen una forma, con ritmos y roles ya dictaminados naturalmente, va en
función de la reproducción sexual como interés central, lo que es determinante
para asumir la comunicación que establecemos con nuestros cuerpos, nuestras
fuentes de placer, nuestra autonomía y la relación con las/os/es demás.
Cada vez nuestras posibilidades de percibir el mundo y la
realidad se centralizan más en el sentido de la vista y se alejan de una
experiencia corporal integrada. Todo lo que nos entra por los ojos forma parte
de la construcción de significados y significantes con los que vivimos la vida.
Así que, la construcción de nuestras sexualidades y nuestros imaginarios
sexuales puede decirse que se ha venido dando en gran parte gracias a lo que
los medios de comunicación, la publicidad y la pornografía -dentro de muchas
otras- nos van mostrando y estableciendo como sexualidad.
En constante cambio, con diferentes matices y para “todos”
los gustos, el internet nos ofrece infinitas ventanas cargadas de imágenes e
información que van formando nuevos conceptos, nuevos deseos, nuevas maneras
permitidas de ser y de experimentar. Sin embargo, lastimosamente dentro de toda
esa gama diversa, en mayoría, persisten las prácticas machistas, violentas, y
dominantes, por encima de la búsqueda inicial del deseo, el placer y el gozo.
Al cuestionarnos las sexualidades y sus representaciones,
confrontamos lo dado como natural, la configuración de nuestra animalidad, de
nuestro salvajismo primitivo, intentando ser cada vez más consientes de las
estructuras y opresiones que están internalizadas en nuestros cuerpos, y que
rigen nuestros deseos, movimientos, roles, prácticas y placeres.
Creo profundamente que como bien dijo Puig: El sexo es la inocencia misma. Pues el
sexo deviene de una urgencia corpórea, de un deseo de materialización del
placer, de un contacto con la otra persona, de la pérdida de control, del
disfrute, el goce y la sensación de bienestar y satisfacción. Para alcanzar el
goce sincero tenemos que enfrentar que así como hemos sido colonizadas/os/es y
racializadas/os/es, también nuestros “instintos” sexuales son configurados y
permanecen bajo la tutela de un sistema que nos da modelos de cómo gemir, qué
movimientos hacer, qué cuerpos y qué situaciones pensar mientras nos masturbamos,
entre otras.
Luchamos por la libertad de ser, sentir, pensar, actuar y
transitar. Pero creemos que para re-apropiarnos de nuestra inocencia tenemos
que desmantelar la configuración de nuestros instintos, descentralizar nuestros
deseos y placeres, abrir nuestro cuerpo entero, nuestros sentidos a una
exploración desde distintos lugares, con cambios constantes, desde las
multiplicidades y las nuevas formas, fuera de los regímenes.
¡Que
nuestra inocencia sea nuestra!
¡Que
nuestros deseos y pensamientos fluyan sin dirección precisa!…
¡Que
nuestras sensaciones nos hagan libres!